Carta a los padres de hijos LGB

Como madre de un niño transexual y como amiga de muchas familias de niños, jóvenes y adultos transexuales, necesito haceros llegar este mensaje.

Nosotros, como vosotros, tenemos hijos que no se ajustan a la normatividad establecida. A veces lo hemos visto desde siempre y no queríamos mirar, a veces sí lo hemos visto venir y les hemos ayudado, a veces son nuestros hijos los que nos sorprenden un día confesándonoslo. Igual que vosotros nos podemos comer los muñones de preocupación, nos podemos sentir perdidos y/o podemos angustiarnos porque los planes y esperanzas que hemos depositado en nuestros hijos se esfuman (nos los imaginábamos felizmente casados, con hijos…).

Nuestros hijos, como vuestros hijos, sufren acoso escolar, con agresiones o sin ellas, habitualmente con aislamiento. Unos más, otros menos, pero nos desgarramos cuando les vemos sufrir por culpa de una sociedad que margina al diferente.

Nosotros necesitamos lo mismo que vosotros. Hablar con otros padres, unirnos a iguales para no sentirnos excluidos. Escuchar nuestras experiencias en otras bocas.

Nosotros somos como vosotros, sentimos como vosotros. Nosotros necesitamos lo mismo que vosotros… pero ADEMÁS:

Cuando nuestros hijos consiguen vivir tal y como se sienten nosotros sufrimos un duelo que va más allá de que no cumplen nuestras expectativas, nosotros vemos cómo nuestro hijo o nuestra hija deja de estar en nuestras vidas, de pronto tenemos a alguien del otro sexo al que no terminamos de identificar como nuestrx hijx. El proceso se hace más largo y más doloroso conforme a mayor edad se produce el cambio. Es normal, son más recuerdos y más vivencias de una persona que ha dejado de estar. Sólo el tiempo vuelve a colocar a tu hijx en su lugar. Además, la preocupación por nuestros hijos es todavía mayor, porque la sociedad admite a las personas con una orientación sexual diferente mucho más que a las personas trans. Por lo pronto a vuestros hijos no se les considera enfermos mentales, ni los tutela el Estado por medio de médicos y jueces. Nosotros tenemos que ver cómo nuestros hijos pasan a estar en el último escalón de la sociedad, muy por debajo de los homosexuales, bisexuales, intersexuales y «queers» (estos últimos quedan la mar de «underground»). A vosotros os aterra los índices de suicidio entre la comunidad lgbT, pero es que os señalo la T porque esas cifran son estas:

-Entre la comunidad lgbT: El 43% ha pensado en suicidarse y el 17% lo ha intentado.

-Entre el colectivo T, sólo la T: El 83% ha pensado en suicidarse y el 41% lo ha intentado.

Si pensamos además que las estadísticas del colectivo transexual están incluidas en las de la comunidad lgbT, comprenderéis hasta qué punto el sufrimiento de nuestros hijos es más preocupante. Y no es denostar lo que vosotros sentís, se trata de situar claramente en qué posición estamos cada cual.

En los colegios, institutos y facultades nuestros hijos no solo sufren el acoso por parte del alumnado (y muy ocasionalmente por parte de algún profesor/a o padres), nuestros hijos son tratados por el sexo al que no se sienten pertenecer por el propio equipo docente, en las listas, en los carnés de estudiante, en los boletines, les obligan a poner un nombre que ya no es el suyo en los exámenes, les prohíben que usen el aseo que corresponde a su sexo. A nosotros, padres de hijos transexuales, se nos responsabiliza de la formación e información del equipo docente, al que tenemos que enfrentarnos en la mayoría de los casos, llegando incluso a tener que luchar contra cargos superiores de la institución educativa: inspectores, delegados…  sólo para que traten a nuestros hijos como niño o niña, como chico o chica. Es terrible, ¿verdad?

A nosotros, padres de hijos transexuales, se nos cuestiona. De pronto ya no somos de confianza. Se nos acusa, se nos envía a los servicios sociales e incluso se nos denuncia para quitarnos la patria potestad de nuestros hijos cuando son menores. Para esto también tenemos que estar preparados, porque ¿quién nos ayuda?

Y su salud. La orientación sexual no afecta a la salud (lo del VIH no es culpa de la orientación sexual, es culpa de la irresponsabilidad, que ya está bien de recibir subvenciones a costa de perpetuar un estigma). La transexualidad sí. Si son muy pequeños nos piden que no permitamos que su cuerpo se transforme en lo que no son, con lo que hay que ponerles bloqueadores hormonales para detener su pubertad, y más tarde hormonas de por vida, lo que supone controles médicos y una precaución extra también de por vida (como quien tiene una diabetes). Y las operaciones. De pronto tu léxico incluye palabras como mastectomía, vaginoplastia, metadoiplastia, faloplastia… ¿No os parece terrible? Porque a mí sí me lo parece.

Y si todavía no es suficiente: la ley. Nuestros hijos tienen que esterilizarse para poder cambiarse el nombre y el sexo en el Registro Civil. Te exigen dos años de hormonación (en la mayoría de los casos es suficiente para perder la capacidad reproductiva). El estado español se pasa por el forro los Derechos Humanos y niega a nuestros hijos la libre autodeterminación del género, que es fundamental para la construcción de su identidad. Así es que les obliga a vivir a todos los efectos como del sexo que no son. Pensad por un momento en cuántas veces tenéis que sacar vuestro DNI, en cuántas veces dicen vuestro nombre en el colegio/instituto/facultad, en el banco, en el trabajo, en el médico, al cajero del supermercado, etc. Todas esas veces nuestros hijos están expuestos al ridículo, al escarnio, a la marginación, al aislamiento. No es que estén en riesgo de exclusión social, es que la ley se encarga de excluirlos.

De este modo, después de pasar por el colegio/instituto, después de pasar por los médicos, por los asistentes sociales, por la justicia, donde todos han metido mano y han decidido si nuestros hijos son válidos o no, son niños o niñas, son perros o humanos… De verdad os digo, que no quiero minusvalorar lo que sois, lo que tenéis, lo que sentís, lo que necesitáis. Pero es que nosotros estamos todavía a años luz de vosotros y, lo que más me duele es, no estáis por la labor de ayudarnos en serio. Pero tampoco quiero que nos ayudéis, no, no se trata de eso. Lo que me gustaría es que comprendiéseis que nosotros tenemos que alejarnos de vosotros para poder ayudar a nuestros hijos a conseguir la plena efectividad de los mismos derechos que tienen vuestros hijos y que los nuestros todavía no tienen. Y hablo de Derechos Humanos Fundamentales que se están vulnerando a diario en España, empezando por el primero (art. 1 «Todos los seres humanos son iguales por nacimiento») y acabando por el último (art. 30 «Ningún estado podrá tergiversar los derechos humanos para infringirlos»).

Eva Witt