Mi princesa de colores

AUTORA: Yosi

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Esta es la realidad que me deparaba la vida, una realidad de la que nunca me habían hablado y, de la cual, ahora me siento orgullosa.

Todo empezó cuando mi “niño” tenía 2 añitos y medio. Era la primera vez que iba al cine. Su hermana Daida y yo, que somos muy Disney, elegimos Campanilla. “Él” estaba encantado con la elección de la peli. No se movía y, tenía su boquita abierta, como para que no se le escapara ningún detalle. De regreso a casa, me dijo: “Mami, Campanilla un día, con el polvo de hada, me va a convertir en niña”. Como no entendí, pensé que eran cosas de niño.

También tengo que decir que en su carta de Reyes nunca apareció un coche, o cosas reconocidas socialmente como de chicos. Siempre muñecas, coleteros, incluso pelucas…

Todo siguió su ritmo. Se ponía cualquier cosa que encontraba en la cabeza, para simular melenas. Al poco, ya era también todo el día vestido de “niña”, con ropa que a su hermana le quedara pequeña. Ella, gran sabedora de la realidad que nos esperaba me decía: “Mami, cuando jugamos siempre es chica y yo tengo que ser chico o se enfada”.

Llegaba a mi lado y si le decía que estaba guapo, me decía: “¡Guapa, mami! ¿No ves que estoy vestida de niña y me llamo Paola/ Shaila/ Daniela,…? Cualquier nombre era perfecto mientras fuera de niña.

Yo pensaba que sería gay cuando fuera mayor. Lo comentaba con su maestra, a la cual tengo muchísimo que agradecer por su ayuda incondicional. También acudo a la pediatra, a la que no se le pasó por alto lo que pasaba. Nada más mencionarle que sólo quería vestirse de niña, me puso un papel en la mano con el título de un documental y un teléfono al que llamar. Tardé en atreverme a ver ese documental y no hablemos de llamar…

Mi hermano siempre estaba mirando por internet y diciéndome que leyera, que esa era nuestra realidad.

Volví a la pediatra. Me comentó que les habían dado una charla y, temblorosa cogí un nuevo número de teléfono. Le dijo a mi hija que la próxima vez fuera vestida como le gusta, para ver lo guapa que estaba.

Y llegó el momento, vi el documental y vi la realidad. Regresé a consulta y Olga (su pediatra) se quedó encantada con esta nueva Daniela que entró con una falda de tutú y una peluca rosa. Le dijo que con esa peluca demostraba lo valiente que era. Me dijo que ya se había dado cuenta, pero estaba esperando a que yo le preguntara.

Cuando llegué a casa llamé. Hablé con Nieves, una mamá de Chrysallis. Pronto me vería con Eva y con ella: el miércoles en el Centro Comercial.

La tarde que recibí el mensaje, llevé a mi “niño” a convertirse en una princesa, lo que siempre quiso ser y ahora es. En aquel probador estaba feliz, con una mirada brillante que nunca le había visto y pidiendo hacerse fotos que antes no quería. De regreso a casa no paraba de hablar y de decirme cuánto me quería.

El miércoles fuimos a nuestra cita. Ella encantada con su ropa nueva, bailaba feliz a nuestro alrededor. Y yo no paraba de llorar, mientras Nieves y Eva me secaban las lágrimas y me decían que todo sería más fácil con el tiempo. Tiempo límite porque Andrea (que es como eligió llamarse finalmente) quería que todos lo supieran cuanto antes.

Todo fue rápido: el cole, su nueva tarjeta sanitaria,… Y gané una princesa que no cambio por nada. Llegó mi Andrea feliz, más cariñosa y sonriente. Me quedo con una frase de mi niña que dice: “No pienso ponerme pantalones hasta que el mundo sepa que soy una niña”.

A veces me arrepiento un poco de no haber dado el paso antes, pero creo que fue en el momento que una Olga (pediatra), una Indala (maestra) y como no Chrysallis (que tanto me han ayudado), se cruzaron en mi camino para ponérmelo todo súper fácil.

Muchas gracias a todas ellas por el amor que sienten por lo que hacen y conseguir que Andrea, con sus 5 añitos, sea muy feliz.

Con esto quiero decir que no esperes, infórmate y da el paso: ¡la felicidad de est@s niñ@s no tiene precio!