Para ser tolerante hay que saber de qué estamos hablando

Carta escrita por la madre de un compañero de clase tras la reunión que las familias de niños transexuales tenemos que hacer con los padres de los alumnos, para que nuestros hijos o hijas sean aceptados y comprendidos. ¡Ojala algún día estas reuniones no sean necesarias!

Desde el curso pasado, o incluso antes, Diego me comentaba de vez en cuando que a Nahier le gustaban las “cosas de chicas” y eso le llamaba la atención. Yo siempre le quité importancia y le decía que eso daba igual, que a todos nos puede gustar de todo independientemente de que seamos chicas o chicos. Que cada uno somos diferentes y nos gustan cosas distintas y, precisamente por eso, es más divertido. Si todos fuéramos iguales sería muy aburrido.

Hasta esta semana no he sabido lo que pasaba realmente. Desconocía que el tema era mucho más profundo que un simple gusto por las “cosas de chicas”. (No me gusta decir “cosas de chicas” o “cosas de chicos” pero no encuentro otra manera de explicarlo).

Cuando nos convocaron a la reunión me pareció muy buena idea. El primer paso para poder ser tolerantes es saber de qué estamos hablando. Y si queremos que nuestros hijos sean tolerantes, es muy difícil conseguirlo si los padres no lo somos. Por eso quiero darte las gracias. Gracias por abrirte a nosotros, contarnos lo que estáis pasando y lo que queréis.

Durante tu exposición tuve una mezcla de sentimientos que todavía rondan por mi cabeza. En varias ocasiones se me llenaron los ojos de lágrimas y tuve que controlarme. Sentí pena por lo que habéis tenido que sufrir tanto tu hija como vosotros y lo duro que seguirá siendo, porque esto no acaba con la reunión de ayer. Sentí mucha emoción cuando contaste el capítulo de Papa Noel o de carnaval.

Sentí una enorme alegría cuando vi que habías llegado a la etapa de aceptación y habías decidido dejar que tu hija sea feliz.

Ayer mismo (día de la reunión), a la hora de la comida Diego me preguntó: “Mamá, ¿a que un niño no puede convertirse en niña?”. “¿Quién te ha dicho eso?”, le pregunté. “Nahier me ha dicho que es una niña. Pero, ¿tiene pititín?”. Me gustó mucho que fuera el propio Nahier (para mí todavía seguía siendo Nahier) quien se lo dijera. Yo pensaba esperar a la reunión para explicárselo con la intención de saber mejor qué decirle y cómo decírselo pero, me di cuenta de que no podía esperar. Era el momento de resolver sus dudas y le dije que Nahier tenía razón, que era una niña. Traté de explicárselo como algo natural y lo mejor que supe.

(Se lo expliqué más o menos como dijisteis en la charla, lo cual fue un alivio para mí porque no sabía si lo había hecho bien). Él se quedó tan tranquilo. Lo que le preocupaba era que su compañero le hubiera mentido. Cuando se dio cuenta de que le había dicho la verdad no hubo más problema. ¡Cuánta razón teníais cuando decíais que los prejuicios los tenemos los padres y no los niños!

Como te he dicho antes, muchas gracias por tu esfuerzo, tu valentía y tu paciencia. Adelante. Recibe mi apoyo y el de mi marido y cualquier cosa que necesites ya sabes que puedes contar con nosotros.

Un beso.

Raquel (mamá de Diego)